10.13.2010

Deaf, Mute & Blind [Cap 1:El Ciego / The Blind One.]

¡Hula mis queridos seguidores!  (-__- claro, como si tuviera muchos.. xD) Ehem, bueno pues hoy vengo a ponerles un capi de mi nuevo fic :3 que es original por esta ocasión así que espero que lo disfruten mucho porque yo me divertí bastante al escribirlo y quizá sea uno de los escritos que más me han gustado (y más largo ._.U de hecho). Dejen sus coments si les gustó o no :3 ¿sale? Ciaito~

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TÍTULO: Deaf, Mute and Blind.
CAPÍTULO 1: El Ciego / The Blind One.
AUTOR: Carol Padalecki.
RESÚMEN: Un chico llamado Charlie se encuentra con un espectáculo que dejará sus sentidos a flor de piel... una niña se aprovecha de eso y lo lleva a lo que su vista habrá de contemplar para aprender una lección que jamás olvidará.
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El reloj de la torre sonó varias veces, y si no me equivoco fueron 11. Eso quería decir que eran las 11 de la noche en la tranquila ciudad. Aunque probablemente eso era mentira ya que parecía otro mundo totalmente distinto a esa hora: tantas luces prendidas, tanto ruido, tantos autos y por sobre todo a tanta muchedumbre vagando a tales horas.

Yo jamás había presenciado a tanta multitud…a unos se les veía como cualquier otra persona de la ciudad pero otros tantos llamaron mi atención de inmediato: eran de todas las edades y vestían ropas multicolores y extravagantes, y todas parecían reunirse en un punto específico: cerca a la torre del reloj Bicentenario.

Aunque yo estaba un tanto retirado de aquel lugar podía observar todo atentamente y aún así la curiosidad se hizo de mí, entonces decidí acercarme con un paso tranquilo pero sigiloso. Moviéndome de aquí para allá entre los establecimientos, tratando de esquivar a las personas que se detenían a contestar sus teléfonos o que se encontraban con alguien especial.

Tardé un poco más de lo esperado en llegar a dónde quería. No importó en lo absoluto. El tiempo no era algo importante en aquella bella escena deslumbrante a mis ojos… Todas esas personas con trajes extravagantes y coloridos que había visto de lejos eran nada comparado con lo que ahora interpretaban. Parecía una obra de teatro. Todos bailaban al compás de una música tocada por un viejo de cabello rojizo que seguramente fue un gran intérprete del piano y que ahora hacía dueto con un chico bastante joven quién, a su vez, tocaba un hermoso violín. Pero no era mejor que ver a aquellas delicadas mujeres mover sus manos blanquísimas invitando al público a sonreír y a aplaudir… ver sus piernas bien torneadas moviéndose libremente de aquí para allá me volvían loco. El ritmo de la música, el baile y las risas parecían apoderarse de todos mis sentidos y lentamente fui acercándome quedando a sólo unos pasos de poder tocar a alguno de los actores o músicos con una mano libre.

La escena y los actos cambiaron de repente. Los hombres que eran parte del espectáculo cargaban a esas bellezas de la cintura y hacían que ese baile divertido y sin tanta rudeza se convirtiera en un elegante tango después de arrancarles las ropas como parte del acto. Inmediatamente el público y yo los vimos a ellos con trajes de etiqueta negros y blancos, y ellas con ese pequeño y seductor vestido de color tan llamativo: rojo sangre.

La magia de ese espectáculo por la noche me hacía rebozar de felicidad. Pronto me encontraba aplaudiéndoles de forma energética y de alguna forma tenía tantas ganas de gritar que siguieran, de decirles que no deseaba que ese espectáculo terminara jamás. Pero para buena o mala suerte todo debe tener un fin.

Los actores y músicos dieron gracias a todo el público, y unos cuantos de éste se acercaron a pedirles sus autógrafos. Pensé en hacerlo también, pero al instante me di cuenta de que era un tanto absurdo porque en realidad yo no conocía su trabajo a excepción de ésta ocasión, y mi mente me decían que sólo un verdadero fan debía de estar en cada una de las presentaciones para conseguir una firma de su intérprete favorito –siendo de la rama que fuera- y no un tipo que apenas había presenciado un show, una única vez.

En fin, cuando decidí que debía regresar a mi casa una niña de unos 10 años se acercó a mí... Mi vista me dijo que pertenecía a la misma compañía que los actores pues su cara estaba maquillada de esa forma tan extravagante…y ni con eso pudieron borrar su inocencia. Sus ropas eran de colores tan brillantes que incluso me lastimaron un poco los ojos pero aún así no dejé de observarla mientras me sonreía de forma muy entretenida.

-Ven. –dijo en un susurro que ni siquiera escuché atentamente más aún así lo adiviné por las formas en sus labios; sus pequeñas manos enguantadas estaban tirando de la gabardina que me cubría del frío.

En su mirada había algo diferente que en la de cualquier otro pequeño de su edad. Bueno, en realidad no estaba seguro de cuántos años tenía ni qué tipo de calidad de vida tenía así que mi vista podría engañarme así de fácil como dar un chasquido.

Tiraba de mí con fuerza porque yo no me movía. Estaba embelesado con su rostro y su diminuto cuerpo. Entonces habló de nuevo, ésta vez noté su impaciencia: -¡Apúrate! ¡Nos hablan! ¡Vamos! –sacudí levemente la cabeza y la seguí después de que ella hubiese tomado mi mano para guiarme.

Caminamos apresuradamente por unos callejones, atravesamos unas tiendas de ropa que apenas estaban cerrando y por otras donde aún había clientes. Luego por unos clubes nocturnos y bares que tenían a muchísima gente esperando porque los dejaran entrar. En ese momento apreté su pequeñísima mano enguantada y se detuvo. Había algo en mí que temía saber que ella trabajaba en algo de eso, siendo vendida. Ese tipo de historias frecuentemente suceden y fue lo que mi mente imaginó al instante.

-¿Qué sucede? –preguntó con algo de preocupación. Ella iba en frente de mí todo el tiempo así que tuvo que virar su vista para apreciar esa mirada de preocupación en mi rostro. -…Ya casi llegamos. Descuida, no es aquí. –me sonrió de ultimo con esa boquita inocente que se encontraba pintada del mismo azul metálico del que se componía su traje.

Asentí y entonces seguimos caminando hasta llegar a un lugar donde no había ruido alguno a excepción de uno que otro aullido de un canino. Sólo había un farol iluminando la calle y temí porque algún ladrón se atreviera a robarnos el dinero que no teníamos, y que por ende, la lastimara.

…De alguna forma no quería que nadie lastimase a esa pequeña niña, se le veía tan indefensa pero estaba segura de sí misma que era complicado el sentimiento que me transmitía. Sentía que la conocía desde siempre porque me brindaba suma confianza y calidez humana. Dio un suspiro antes de detener su paso y me soltó la mano, volteó a verme y me sonrió de medio lado después de guiñarme un ojo. Se me hizo tan tierno ese gesto que quise abrazarla y cuando estuve a punto de hacerlo una grave voz se hizo del terreno.

-Lucy, ven aquí. –le indicó a ella pues fue corriendo a su encuentro. –Buen trabajo. –el eco en las paredes me permitió escuchar lo último.

La niña llamada Lucy entró a un edificio con tanta felicidad que nunca pensé que nada malo pasaría, sino todo lo contrario. Imaginé que su familia la estaba esperando, y que pronto comería algo para llenar su estómago para luego poder dormir como cualquier niño lo haría. Pero probablemente estaba equivocado…

-¿Podrías decirme tu nombre? –indicó el hombre que salió de la sombra al acercarse a mí-. Lo siento, Lucy suele traer a personas del público que le han llamado la atención. Debes disculparla, aún es muy pequeña.

-…Charlie. Mi nombre es Charlie. –aquel hombre me resultaba peculiarmente familiar pero aún mi mente no estaba segura de lo que veía y escuchaba, sólo podía pensar en la niña.

-Así que Charlie… ¿quieres pasar a nuestro humilde hogar? –dijo, haciendo un mohín que daba presión a su invitación.

No dije nada, simplemente crucé la puerta que Lucy había cruzado antes. Y aquel hombre rió por lo bajo pero yo no le tomé importancia. Quería encontrar de nuevo a esa pequeña mujer, lo ansiaba con todo mi cuerpo y mente.

Subimos demasiadas escaleras, y por fin llegamos a un piso donde había una luz mortecina, le daba un toque amarillo a la habitación aunque no estuviera pintada de ese color. La pinta que me daba aquel lugar no era muy buena, seguro era un hotel abandonado por los dueños o algún edificio de departamentos en donde ya nadie más vivía a excepción de ellos… Mi nerviosismo se hizo presente en mí y él lo notó.

-No te preocupes, ella está bien aunque debe de estar cansada. La torre del reloj Bicentenario queda lejos de aquí. –puso una de sus manos sobre mi hombro, y luego se adelantó a abrir una puerta que no tenía número para identificarla como lo hacían las demás.-

-Sí, estaba un poco lejos. –agregué a su comentario, mi voz sonó demasiado baja y pude escuchar de nuevo una risa brotada de su boca cosa que me molestó un poco.

-Bienvenido. Siéntete como en tu casa. –Cerró la puerta sin hacer ruido después de que yo me hube adentrado.

Me senté en un sillón que se encontraba enfrente de un televisor apagado. Aquel hombre prendió las luces de las habitaciones contiguas y todo el lugar parecía vivo, no como el edificio en sí. Pude escuchar algunas voces: unos reían y otros estaban discutiendo, pero definitivamente todos estaban en la misma habitación. Pensé que serían los actores así que me alegré de saber que no estaba en el lugar equivocado.

-¿Gustas algo de comer o de beber? –Me ofreció mientras se encaminaba a lo que seguramente sería la cocina.

-Si tiene un vaso de agua… -pedí únicamente, la caminata me había dejado los labios resecos y odiaba tenerlos así porque me incitaba yo mismo a morderlos hasta que brotara sangre de ellos.

-Claro. En seguida te lo traigo. –fue en busca de mi pedido y desde lo que pensé que era la cocina habló-. Por cierto, yo soy el jefe de la compañía de actores que viste. Supongo que hoy fue un buen espectáculo porque todos llegaron bastante cansados. –Yo no hice ningún comentario al respecto, aunque tenía razón, había sido un show verdaderamente deslumbrante, incluso yo y muchos otros habían quedado maravillados con tal interpretación; regresó de inmediato a mi encuentro y se sentó a un lado mío ya que el sillón era lo suficientemente grande como para que una persona cupiera acostada-. Por cierto, no te dije mi nombre. –se viró para verme y estiró una mano para que la estrechara-. Soy Andrew Suwabe. Sí, lo sé, mi nombre es mitad japonés.

El hombre me dedicó una media sonrisa y estreché su mano sin pensarlo dos veces. También me inspiraba cierta confianza así que no vi ningún problema en hablar con él por un poco de tiempo. Quizá eso era lo que querían, y yo no me negaría a tal hospitalidad.

Apenas me tomaba el tiempo de verlo, era un hombre con rasgos asiáticos pero a su vez, portaba la rudeza de un londinense, además su acento marcaba un inglés perfecto. Su cabello negro era un poco largo para la época pero se encontraba bien cuidado y el color de sus ojos verdes era igual de fascinante que su piel blanca como la nieve. De inmediato pensé que era el padre de Lucy ya que sus ojos y su sonrisa se me hacían la misma.

-¿Vas a soltarme? –preguntó de forma divertida. Yo seguía estrechando su mano hasta ese momento entonces me avergoncé porque me perdí en su rostro al igual que había hecho con Lucy.

-Lo siento… -dije y le quité la mirada encima para posarla sobre el suelo a modo de disculpa mezclada con vergüenza.

-No te preocupes. –Me entregó el vaso con agua que le había pedido y yo lo tomé de forma rápida. Sentí como el agua llenaba mi boca y luego mi garganta hasta parar en mi estómago. Estaba fría y me supo deliciosa.

-Gracias. –agregué después de depositar el vaso vacío sobre sus manos. Sonreí para que el gesto se contemplase de forma honesta.

-De nada. –dijo y fue a dejar el vaso a lo que supongo era el fregadero. Regresó de inmediato pero esta vez se quedó apoyado en una de las paredes que daban seguimiento a un pasillo un poco largo donde, seguramente, se encontraban los demás artistas.

El silencio abundó en la habitación. Incluso podía escuchar mi respiración. Y con más detenimiento, pude estar seguro de que ya pronto vendrían. Una mujer había dicho algo como “Vamos a comer que tengo hambre” y otros más le habían seguido la propuesta.

Mi vista empezaba a nublarse, y parpadeé varias veces hasta tratar de obtener una mejor imagen pero nada cambió. Cerré los ojos con fuerza tratando nuevamente de poder recuperar la vista pero todo era en vano. No dije nada al respecto pero me mantuve previsto de cualquier ataque. Ya había escuchado de eso anteriormente: le dan algo de beber a la persona y luego hacen con su cuerpo infinidad de cosas.

…El hombre llamado Andrew Suwabe de pronto sacó un cigarrillo de un bolsillo de su pantalón. Y poco después empezó a fumarlo despreocupadamente. Soltó una risita al escuchar que una puerta se abría y los pasos y ruidos de sus voces inundaban la habitación.

-¡Cállate, Marshall! –dijo una mujer, quejándose de que le había hecho una mala broma.

-Ya, todo te tomas en serio. Todo menos el hecho de que me encantas. –entonces se echó a reír junto con los demás actores, dejándola en total vergüenza.

-Chicos, chicos. Cállense. Tenemos visitas. –dijo el pelinegro y todos guardaron silencio al instante. Se acercaron a mí como si fueran animales hambrientos y mi nerviosismo se hizo notar de nuevo porque mi vista sólo veía sombras de múltiples colores.

-¿Y tú eres…? –preguntó una mujer de mediana edad con el cabello pintado de colores azul y verde.

-Qué importa quién sea… igual se ve delicioso. –Otra mujer se inclinó sobre de mí y sus cabellos rubios y largos cayeron por encima de sus hombros hasta rozar mi pecho.

Me quedé estático. Acercó su boca a mi cuello y lo mordió con mucha fuerza. Me quejé del dolor e inmediatamente me llevé la mano a la herida que me había hecho. Alguien la alejó de mí y escuché que le habían dado una bofetada a la cual ella ni reprochó. Las risas se hicieron más fuertes.

Mi vista ya ni siquiera podía percibir los colores, ahora sólo eran siluetas negras o grises. Me empezó a doler la cabeza… casi podía percibir a mis latidos como si fueran martillazos sobre mi cerebro. Y sus risas con voz chillona me fastidiaban. Ya no parecían nada a lo que yo había presenciado cerca de la torre del reloj. No. Eran personas totalmente diferentes y algo se rompió dentro de mí. Me decepcioné bastante al darme cuenta de que no eran lo que yo pensaba. Pero eso sólo era el comienzo de mi sufrimiento.

De pronto, cuando quise huir de allí mi cuerpo no me respondía. Ni siquiera podía mantener una mueca en mi rostro. Era como si estuviera siendo sujetado por algo. Estaba en una situación verdaderamente temible. Algo me iban a hacer seguramente. Lo tenía en la mente. Tenía tanto miedo por no poderme mover y por no ver nada que quise gritar para pedir ayuda pero ni siquiera eso podía hacer.

Pronto sentí como las manos de un hombre me ataban a una silla de las muñecas y de los tobillos. Comprendía completamente la situación. Me iban a lastimar. Y yo ni siquiera iba a tener la fuerza ni la visión para poder defenderme. Era un caso perdido. Mi dolor acrecentaba el hecho de que podía escuchar todo lo que hacían y decían…

-¿Y este tonto de que nos va a servir? –Preguntó un hombre con suma desesperación-. Odio hacer el trabajo sucio de ese tipo.

-Cállate, Luka. Tenemos que cumplir lo que Andrew nos pidió. –Dijo un segundo hombre.- Tú. –Me dio un golpe en el hombro y yo me mordí el labio para no gemir del dolor producido por éste-. Vas a respondernos todo lo que sepas o sino… te lastimaremos… –escuché el inconfundible sonido del metal de un cuchillo o una navaja.

-¡Gustaf! ¿Cómo carajo va a respondernos si Andrew le dio la droga? ¡De una vez hay que cortarlo! –gritó energético-. Ansío ver su sangre salir de su cuerpo.

-Es cierto. Pero Luka, no podemos hacer eso sin siquiera intentar preguntarle. Suwabe se va a enojar. –trató de razonar con el otro. ¿Pero qué me importaba? De una u otra forma iba a morir en ese lugar…

-Eres un cobarde. Dime ¿qué tan difícil es hacer esto? –me levantó la manga de la gabardina y tomó el arma e hizo un corte profundo sobre mi antebrazo derecho. El dolor era indescriptible. ¡Quería gritar y llorar del dolor! …Pero no podía ni hacerlo. Y la sangre empezaba a brotar de mí con prisa. Sentía que la vida se me iba a cada gota caída al suelo.

-¡Luka! –gritó alguien. Esa voz me resultaba conocida. –¡Déjenlo en paz! –suplicó con la voz entre lágrimas.

-Lucy… -dijeron al unísono los dos hombres.

De pronto un rayo de esperanza vino a mí… ella, la pequeña había venido a rescatarme. Era una única oportunidad para salir con vida de allí. Ahora sólo me quedaba esperar a que la escucharan, a que se apiadaran de mí.

-…Está bien. Luka, suéltalo. –le ordenó al hombre que probablemente me odiaba más. –Lucy, más te vale que no eches a perder este trabajo o la pagarás no conmigo, sino con tu padre.

El tipo me soltó y luego resopló. El hombre que era llamado Gustaf dio un suspiro con pesadez y escuché que se dirigían fuera de la habitación donde había sucedido todo mi tormento. La pequeña me cubrió la herida con un trozo de tela y le aplicó presión para que dejara de sangrar. Agradecí su amabilidad mentalmente… al menos alguien de esos locos era amable conmigo. Aunque aún no entendía el motivo por el cual me tenían como rehén y mucho menos estaba consciente de qué querían saber o porqué me habían lastimado de esa forma.

-Lo siento, en verdad lo siento. Mi padre está loco. Nunca pensé que te haría eso. –me abrazó y pegó su diminuto cuerpo a mi torso, lamió la herida que la mujer me había hecho en el cuello y entonces yo sentí como dos lágrimas salían de mis ojos; al parecer empezaba a recobrarme después de la droga que supuestamente me habían dado-. Perdóname. Por favor, nunca fue mi intención.

-…N-no te preocupes, Lucy. –dije en un hilo de voz y ella pareció alegrarse de que yo me recobrara de aquel estado de fatalidad.

Deshizo su abrazo. Me tomó del brazo que no estaba lastimado y puso mi peso sobre de ella, me ayudó a caminar como pudo y me aseguró de que no nos seguían ni mucho menos se habían dado cuenta de nuestra presencia.

-Descuida… ellos están ocupados con alguien más. Todo estará bien, lo prometo. –mi vista y mis sentidos recuperaban su vitalidad. Aún si yo estaba desangrándome minuto a minuto ella seguía asegurándome de que estaríamos bien y que pronto me encontraría en un hospital donde me tratarían la herida.

Salimos del edificio y lo primero que quise ver fue el cielo: ya casi era de mañana, se tornaba de un color azul clarísimo casi grisáceo y la calidez del sol ya pronto se sentiría sobre nuestra piel. Yo rezaba porque nos encontráramos bien después de eso. Pero no podía concentrarme del todo.

Mi mente no dejaba de pensar en qué sucedería al final. ¿La seguirían? ¿Nos matarían a los dos? ¿Ese espectáculo había sido una farsa? ¿O simplemente yo viví lo que una pesadilla me había mostrado en días anteriores? La realidad era tan confusa que hubiera preferido vivir ciego por siempre. Aunque de esa forma nunca hubiera aprendido que todos tenemos una doble cara que mostrar… y claro, que los humanos somos capaces de hacer todo.

CONTINUARÁ...

1 comentario:

  1. Oh My Fu..... God bb me haz vuelto a impresionarme osea me haz hecho viajar con charlie desde que vio el espectaculo cerca reloj Bicentenario hasta escapar de "la casa de lucy ", muy bueno bb la vdd ame este fic pero no ma hasta cuando el proximo i want more

    en fin bb la vdd es que escribes del carajo <3 keeps getting better

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